A lo largo del próximo año 2022 vamos a vivir un nuevo Año Vocacional Escolapio. Ha sido convocado por la Congregación General en el marco de la celebración del 400º aniversario de la constitución de las Escuelas Pías como Orden religiosa de votos solemnes y de la aprobación de las Constituciones escritas por San José de Calasanz. Estos aniversarios marcan la consolidación de la vocación religiosa y sacerdotal escolapia y expresan profundamente su valor y su significatividad, acrisolada por tantos años de historia. Pienso que dedicar un año a profundizar en nuestra vocación y a encontrar nuevos modos de sembrarla, promoverla, acogerla y acompañarla es algo muy valioso y necesario. Como todo lo que hacemos, este Año Vocacional lo queremos vivir en profundo compromiso con nuestra Misión. Somos para ella y convocamos para ella.
Hace diez años (en 2012) también celebramos un Año Vocacional. Como el actual, también aquél lo convocamos y vivimos inspirados en la figura de Glicerio Landriani. Renovamos hoy nuestra acción de gracias a Dios por la venerable figura de este joven escolapio, y como entonces, seguimos orando para que su santidad y ejemplo de vida puedan ser finalmente reconocidas por la Iglesia. Que Glicerio Landriani, patrono del Movimiento Calasanz, siga inspirando todo lo que podamos vivir en este Año Vocacional. No dejéis de visitar la página web que hemos abierto como aporte a su proceso de canonización.
Decía que hace diez años celebramos otro Año Vocacional. Los frutos que se nos concedieron en ese año no fueron pocos, y tuvieron que ver con muchas decisiones relativas a los equipos vocacionales, a los proyectos de Pastoral Vocacional, a la elaboración de materiales, al crecimiento en nuestra conciencia de que la Pastoral Vocacional a la Vida Religiosa Escolapia es una tarea esencial y prioritaria para todos cuantos formamos parte de las Escuelas Pías. No hemos convocado este Año Vocacional con los mismos objetivos que nos planteamos hace diez años porque, gracias a Dios, no estamos en la misma situación. Hemos caminado bastante. Sigue siendo válido el objetivo que nos propusimos, y que se podía sintetizar como un “hacer las cosas mejor”, pero creo que en este momento de nuestro proceso debemos saber dar nombre a nuevas metas y desafíos. Quisiera proponeros algunos, siempre de modo sintético, porque cada uno de ellos daría para una carta específica, y algunos para un libro. Vamos allá.
1. Una espiritualidad de “construcción de la Orden”. Me lo habéis oído muchas veces, pero quiero seguir insistiendo, porque pienso que estamos ante un tema central. Las Escuelas Pías no son un fin en sí mismas; son un instrumento del Reino. Pero un instrumento muy valioso. En ocasiones se nos olvida que trabajar por la construcción de la Orden, y hacerlo en este aspecto tan esencial como el de la incorporación de nuevos jóvenes que quieran dar su vida como religiosos y sacerdotes escolapios, es una manera formidable de hacer que las Escuelas Pías puedan seguir ofreciendo su aportación al impulso del Reino de Dios.
No basta con dar la vida por la Misión. Hay que construir la Orden. Si Calasanz “sólo” hubiera dado su vida por la Misión, no estaríamos aquí ninguno de nosotros. Calasanz se entregó a la Misión y construyó la Orden, porque comprendió que era fundamental para la misión que asumió como vocación. Creo que estamos ante un reto espiritual, un desafío que tiene que ver con nuestro modo de comprender nuestra vocación. Sacar todas las consecuencias de esta manera de pensar se convierte un riquísimo camino de discernimiento y de enriquecimiento de nuestro modo de vivir, de trabajar y de decidir. Hemos de hacer que esta “espiritualidad de construcción de Escuelas Pías” impregne todas las facetas de nuestra vida. Y hemos de hacerlo por razones misioneras, porque no hay nada más apostólico que convocar a ser apóstoles.
2. Pluralidad y Prioridad. Estamos bendecidos por el precioso don de la pluralidad vocacional escolapia. Han ido naciendo modos diversos de “vivir lo escolapio”, todos ellos valiosos, todos ellos necesarios, todos ellos complementarios. Poco a poco vamos dando nombre a estas vocaciones, y las vamos consolidando con el esfuerzo fiel y creativo de quienes las viven. Damos gracias a Dios no sólo por la diversidad, sino también por la calidad y significatividad de estas nuevas vocaciones, llamadas a enriquecer el don carismático de Calasanz. Pero la diversidad no está reñida con la claridad de que hay una vocación específica que debe ser propuesta, trabajada y comprendida como una prioridad. La vocación religiosa escolapia se basa en la preciosa intuición de “darlo todo”. Todo. Es una respuesta de totalidad. No es mejor ni peor que otras respuestas. Todas son necesarias. Pero la base está en el deseo de totalidad. Sólo hay un amor, sólo hay un centro, sólo hay un deseo. Y eso está en el núcleo de la vida consagrada y, sin duda, en el alma de cada uno de los jóvenes que se plantean la vocación religiosa escolapia.
Deseo repetir algo que ya dije en otra carta fraterna: Dios llama a cada uno desde vocaciones diferentes. Y cada una es plenamente valiosa, porque es la que Dios ha inspirado en su alma. Pero son diferentes. Y la vida religiosa siempre ha tenido, tiene y tendrá un plus, que está en su raíz: dar toda la vida sin reservarme nada para mí; amar totalmente a Cristo y la misión, sin otros amores maravillosos, buenos y santos; confiar plenamente, sin buscar ser el dueño de tu propia vida; buscar vivir libre para la misión, sin más ataduras que tu propia vocación y sus consecuencias. La decisión vocacional sobre el seguimiento de Cristo no es el resultado de una elección en el “shopping” de alternativas vocacionales, todas ellas diversamente iguales y expuestas en el escaparate a modo de una lista de “opciones para elegir”, sino el resultado de una experiencia honesta de búsqueda del querer de Dios para tu propia vida, sin miedo a encontrar en el fondo de tu alma que Dios te está pidiendo “todo”.
3. Ahondar en la dinámica vocacional del Movimiento Calasanz. El Movimiento Calasanz es uno de los tesoros de la Orden. En su seno viven y crecen nuestros niños y jóvenes, en un formidable proceso comunitario, formativo y misionero. Tenemos que seguir reflexionando sobre el impulso de la dimensión vocacional de este proceso pastoral. Es cierto que el proceso, en sí mismo, busca que cada uno de los jóvenes que lo viven encuentre su vocación cristiana. Eso está claro y creo que bien comprendido. Pero creo que el Movimiento Calasanz tiene dentro de sí muchas más potencialidades que descubrir, que tienen que ver con el proceso de discernimiento vocacional de nuestros jóvenes. Propongo al equipo coordinador del Movimiento Calasanz, y a los equipos provinciales y locales, que abran una nueva página en el proyecto que animan, enfocada al impulso de lo vocacional.
4. Espacios privilegiados de búsqueda vocacional. Todo el trabajo educativo y pastoral que hacemos es vocacional. Pero creo que hay algunos espacios que son especialmente privilegiados para que el corazón generoso de un joven se encuentre de modo significativo con la llamada de Dios. Me gustaría sugerir sólo tres, a modo de ejemplo: la experiencia con los pobres, la oportunidad de espacios intensos de oración y la alegría de la comunidad. Creo que nuestros jóvenes necesitan vivir estas tres claves de vida cristiana en su búsqueda vocacional. Tener la experiencia de trabajar en situaciones de pobreza y marginalidad, recibiendo de las personas con las que te encuentras tantas preguntas y tantas miradas; tener la oportunidad de unos ejercicios espirituales en los que puedas orar con intensidad y paz, dejando a Dios entrar en tu vida, tantas veces ocupada por muchas otras preocupaciones; sentir la acogida y escucha de la comunidad escolapia, compartiendo con los escolapios su alegría, su vida y sus sueños, y hacer todo esto de modo acompañado y progresivo, son “oportunidades de Dios”. Dios se manifiesta libremente, pero normalmente no lo hace en una vida dispersa o lineal. La pregunta por la totalidad surgirá de experiencias de totalidad. La pregunta por la vida religiosa podrá brotar de experiencias de misión, de consagración y de comunión. Por esto propongo estos tres espacios privilegiados de llamada vocacional.
5. Propuestas de “quiebre vocacional”. En esta línea, me atrevo a proponer que reflexionemos sobre la posibilidad de proponer a los jóvenes “opciones de quiebre vocacional”. Obviamente, estoy pensando en aquellos jóvenes que manifiestan verdadero interés y apertura vocacional, aunque no tengan clara la manera concreta en la que se sienten llamados a vivirla. Proponer experiencias que rompan la linealidad y la igualdad de propuestas para todos se me antoja como algo que tenemos que saber plantear. Y hacerlo en las tres direcciones señaladas en el párrafo anterior o en otras que consideremos valiosas.
6. Parroquias Escolapias y Cultura Vocacional. Estamos en pleno proceso de puesta en marcha de la Red de Parroquias Escolapias. Estoy muy satisfecho con el camino que estamos recorriendo, que ya ha realizado la primera asamblea general de todos los miembros de esta “red de parroquias”. Sé que, poco a poco, se irán incorporando nuevas parroquias a esta red fraterna y misionera que busca dotar a nuestras parroquias de una mayor identidad calasancia. Pues bien, quisiera proponer a los miembros de esta Red que opten por trabajar a fondo la Cultura Vocacional en el seno de sus parroquias y en la propia red. Creo que este campo está todavía muy inexplorado en muchas de nuestras parroquias, y será muy bueno trabajar sobre él.
7. Ampliar nuestra presencia eclesial. Somos una Orden muy plural, y esto es bueno. Hay realidades diversas entre nosotros en el tema de cómo somos conocidos en la Iglesia y en la sociedad. Pero creo que podemos decir que necesitamos estar más presentes en diversas realidades eclesiales de nuestros países, y que cuando esto funciona bien siempre aparecen jóvenes que se sienten interpelados por una vocación como la nuestra. Es importante que las Iglesias particulares trabajen por la generación de vocaciones como la escolapia, y sólo lo harán si nosotros lo impulsamos y lo provocamos de modos diversos. No es ajeno a este desafío nuestro contacto con parroquias y movimientos juveniles, nuestra presencia en ámbitos universitarios o nuestra participación valiosa y significativa en las redes sociales.
8. Discernir y detectar los giros que debemos dar a nuestros proyectos. Todas las Provincias tienen un Proyecto de Pastoral Vocacional. Creo que este es uno de los frutos más valiosos del Año Vocacional de 2012. Pero sigue siendo necesario trabajar sobre estos proyectos. Necesitamos seguir reflexionando sobre los “giros” que podemos y debemos dar a nuestras planificaciones, materiales y actividades, por muy consolidadas que estén. Mantengamos el dinamismo de revisión y enriquecimiento de nuestros planes y proyectos, y compartamos los nuevos pasos que demos con el equipo de la Orden encargado de la Pastoral Vocacional.
9. Saber acompañar la decisión final de los jóvenes que viven el acompañamiento vocacional. Los responsables de Pastoral Vocacional conocen bien esta experiencia. Jóvenes que han vivido con interés y constancia el proceso de acompañamiento vocacional, cuando llega el momento de la decisión final y de dar el paso a iniciar el proceso formativo en nuestras casas, se echan atrás y no dan el paso. En ocasiones por presiones familiares o del contexto en el que viven, o por dificultades que pueden ser acompañadas, tenemos jóvenes que “al final no entraron”. Posiblemente siempre va a ocurrir esto, pero podemos y debemos plantearnos cómo acompañar estos momentos finales y -también- cómo saber esperar de modo disponible y acompañado un replanteamiento vocacional de un joven que en su momento no dio el paso, pero nunca lo descartó del todo.
10. Oración por las vocaciones. Nuestras comunidades oran por las vocaciones escolapias. Esto es claro y bueno. Lo valoro y lo admiro. Pero hay pasos que todavía no hemos dado, como, por ejemplo, la oración por las vocaciones escolapias pública, comunitaria y frecuente en todos los ámbitos de nuestra vida y misión. Hemos de orar por las vocaciones con los niños, con los jóvenes, con las familias, con los educadores, con los muchachos del Movimiento Calasanz. Hemos de trabajar para que la conciencia de que nuestros niños y jóvenes necesitan escolapios sea cada vez más clara y madura. Creo que este puede y debe ser también un buen fruto del nuevo año vocacional.
Me quedo aquí, con estas diez aportaciones. Pero no quiero terminar sin invitaros a continuar la reflexión, y a dotar a este Año Vocacional de toda la riqueza que podamos ofrecer y todo el esfuerzo compartido que podamos realizar. Nunca olvidemos que la mies es abundante y los braceros pocos; roguemos al dueño de la mies que envié obreros a su mies.
Recibid un abrazo fraterno.
Pedro Aguado Sch.P.
Padre General