Hoy, en la mayoría de las naciones, la educación pública está considerada como algo normal, un derecho indiscutido. San José de Calasanz y los primeros escolapios, en el siglo XVII, comenzaron algo que el mundo no conocía. Ellos creyeron, y hoy nosotros seguimos firmemente creyendo, que la sociedad puede avanzar solo si educa a todos sus miembros, sin discriminación alguna, especialmente los niños. Los escolapios iniciaron así lo que muchos consideran como el primer sistema de educación pública. Nos entregamos a la educación de la niñez y juventud necesitada y a enseñarles de manera que sean hábiles, ciudadanos y cristianos.

Actualmente, el sueño de dar a todos los niños una educación cristiana sigue intacto. Los Padres Escolapios seguimos a Jesucristo por medio de la educación de la juventud en América, Europa, África y Asia. Hemos sido promotores de la educación por más de cuatro siglos, y todavía hoy nos preocupamos por los sueños y aspiraciones de la juventud. Nuestra vida religiosa comunitaria da testimonio del Evangelio de muchas maneras: por medio de la educación, en el salón de clases, inspirando a los jóvenes en grupos juveniles, y guiándolos a tener una experiencia de Dios.

Los escolapios descubrimos a Jesús en los niños y compartimos la llamada de Dios a servirles por medio de un voto religioso específico de dedicación a la educación cristiana de la juventud. Por esto, la entrega a la educación de la niñez y juventud es para nosotros, escolapios, una vocación sagrada.