Ser educadores al estilo de Calasanz

Escribo esta carta fraterna pensando en los miles de educadores y educadoras de nuestras escuelas y del conjunto de nuestras obras escolapias, buscando ofrecer algunas reflexiones que les ayuden en el precioso reto que les planteamos: crecer en su identidad con la propuesta escolapia y con el carisma recibido, vivido y transmitido por Calasanz. No hay duda de que ésta es una de las apuestas centrales de la Orden: que las personas que impulsan nuestra misión se identifiquen crecientemente con las claves desde las que la comprende la Orden.

Soy consciente de la enorme variedad de contextos en los que trabajamos, y la diversidad de modos desde los que se entiende, por ejemplo, la experiencia religiosa. Pero he optado por presentar una reflexión que trate de plantear, de modo integral, las claves desde las que los escolapios comprendemos nuestra identidad. Lo hago porque es bueno que las personas que dedican lo mejor de su tiempo a nuestra misión tengan claro lo que nos mueve y nos identifica. Corresponderá a quienes están en cada contexto ver de qué modo pueden proponer -y acompañar- estas opciones.

1-El centro de nuestra propuesta educativa escolapia.

Es importante tener claro el centro de todo lo que vivimos y hacemos. La mejor formulación que encuentro para expresar ese centro está en Mc 9, 37: “El que acoge a uno de estos niños en mi nombre me acoge a Mí”. A veces tengo la impresión de que nos falta pensar en profundidad esta afirmación del Señor:  en ese niño que está en mi escuela, en ese joven que está en mi grupo de pastoral, en ese muchacho o muchacha que lucha día a día por crecer, en ese niño muchas veces pobre y desvalido, en ese niño está Jesús. Más aún, ese niño es Jesús. Y quien le acoge, en el nombre de Jesús, es a Cristo a quien acoge.

Respetando profundamente, como no puede ser de otro modo, las posiciones religiosas de cada uno, no podemos dejar de transmitir la perspectiva desde la que el educador escolapio educa: en el nombre de Cristo, acogiendo a Cristo. Por eso, y especialmente por eso, nuestra vocación es extraordinaria, superior a nuestras propias fuerzas y diferente a cualquier otra vocación o visión de la educación. Para el maestro escolapio, para las instituciones educativas escolapias, para las Escuelas Pías, la Educación es una Misión encomendada por el Señor y sostenida por Él. Es precioso el reto de acompañar la fe de nuestros educadores. Hemos de buscar modos diversos para hacerlo, porque -os lo aseguro- lo necesitan y lo esperan.

2-El proyecto educativo de Calasanz.

Es imposible sintetizar en pocas líneas el proyecto educativo calasancio. Voy a tratar de hacerlo, inspirado en nuestra tradición y en las opciones básicamente consolidadas desde las que estamos caminando. Creo que podemos sintetizar el proyecto educativo de Calasanz en siete puntos fundamentales

  1. Un centro: el niño. Esto es clave para nosotros, y está claramente recogido en el documento institucional dedicado a los “elementos de identidad calasancia[1]
  2. Una convicción, que la Iglesia reconoce como un carisma: si un niño o una niña se encuentran con un educador auténtico que es capaz de hacerles crecer desde lo mejor de sí mismos y desde la propuesta del Evangelio, ese niño o esa niña crecerán como un hombre o una mujer de bien, capaz de trabajar por un mundo mejor. Este es el carisma de Calasanz, que buscaba “el feliz transcurso de su vida”[2].
  3. Un proyecto educativo: educar, desde la fe, en todas las dimensiones, contextos y tiempos de la vida del niño. Calasanz articuló su carisma desde un proyecto. No se quedó en la idea, sino que la desarrolló para hacerla viable y real. Somos portadores de un proyecto.
  4. Un medio privilegiado: la escuela popular cristiana para todos. Esta fue la opción de Calasanz. Ciertamente, la Orden lleva adelante el proyecto calasancio desde diversas plataformas, no sólo la escuela. Pero tenemos claro que la escuela es el medio privilegiado desde el que lo impulsamos[3].
  5. Una apuesta: los mejores métodos. Buscar los mejores métodos para llevar adelante el proyecto calasancio es algo fundamental para nosotros, como educadores. Por eso creemos en la innovación, pero en una innovación desde nuestra identidad.
  6. Un “secreto”: educadores identificados. Nada de esto puede funcionar si quienes tratan de llevarlo adelante no están identificados con el proyecto. La identidad consiste en vivir procesos de identificación. No se llega nunca a la plenitud. Pero algo que tenemos muy experimentado es que la identidad consiste en tratar de identificarse con el proyecto a lo largo de la vida.
  7. Una institución. Calasanz fundó las Escuelas Pías. Quiso dotar a su carisma y su proyecto de una institución que lo garantizara y que generara todos los procesos que lo hacen posible: las Escuelas Pías. Lo que hemos de intentar hacer, siempre, es seguir construyendo Escuelas Pías, desde las diversas vocaciones que el Espíritu suscita.

3-El educador escolapio que quiere ser mejor educador escolapio.

Quisiera ofrecer algunas pistas sencillas que puedan ayudar a nuestros educadores en su camino de identidad.

  1. Creer en el proyecto escolapio. Es formidable dedicar la vida a un proyecto más grande que tú mismo. Es genial trabajar en un proyecto en el que crees, porque ves que es necesario y te apasiona. Y es el único modo de vivir el trabajo como vocación. La condición de posibilidad es la autenticidad.
  2. Buscar y vivir procesos generadores de identidad vocacional. La identidad no es algo teórico que se aprende en un curso; es el progresivo resultado de un proceso de identificación. La clave está en el deseo de crecer y en dar pasos que me ayuden. La identidad provoca conversión, cambio. El proceso de identificación de los educadores con la identidad de nuestra Escuela, si no provoca cambios, si no supone consecuencias, si no se concreta en procesos de renovación, en descubrimientos, en grupos desde los que compartir, en experiencias, en avances vocacionales, no existe. No podemos aceptar “barnices superficiales de identidad”. Nos jugamos la sostenibilidad integral de las escuelas.
  3. Colaborar en la construcción del “alma calasancia del colegio”. El alma del colegio es el espacio humano y escolapio en el que disfrutamos de lo que somos. Hay muchos procesos que estamos impulsando que tienen que ver con el “alma de la escuela”: la Fraternidad, la Misión Compartida, la Comunidad Cristiana Escolapia, la Oración Continua, el Movimiento Calasanz, los diversos proyectos de formación de educadores que impulsamos, etc. Todo ello busca generar alma, y alma compartida.
  4. Poner al niño y al joven en el centro. Esta decisión cambia completamente nuestra vida y nuestro modo de ejercer nuestro ministerio educativo. Es lo que transforma en vocación nuestro trabajo. Como Calasanz, que fue hecho escolapio por los niños. La prioridad son sus desafíos, sus preguntas, su futuro, su vida. Y esto tiene que ver incluso con nuestra oración, con nuestra preparación, con nuestra dedicación, etc.
  5. Educadores dispuestos a aprender. Este es el gran desafío que tenemos todos. Yo al menos lo siento así, y lo siento en mí. Tengo que llevar adelante mi trabajo de un modo para el que no fui entrenado. Y es muy posible que esto nos pase a todos. Necesitamos educadores que no tengan miedo a explorar. Educadores que asumen que cada día es nuevo, y que buena parte delo que aprendieron en sus años de formación está ya superado por sus alumnos. Pero quieren seguir aprendiendo.
  6. Educadores que desean trabajar en equipo. Educadores que buscan juntos. Quizá estemos ante uno de los retos más fuertes de nuestras escuelas: generar cultura de trabajo común, de pensar juntos por el bien de los alumnos que tenemos encomendados. Hay mecanismos para aprender a trabajar en común, pero una tentación en el fondo de todo educador: creer que lo puedo hacer todo solo. Y no se puede. Por eso Calasanz dejó claro que una escuela funciona si la comunidad funciona. No hay otra manera.

4- ¿Qué Escuelas Pías necesitan nuestros educadores?

Nuestros educadores crecerán en identidad si las Escuelas Pías en las que viven y trabajan son crecientemente dignas del fundador. Es claro que este tema daría para un libro, pero me atrevo a describir esas Escuelas Pías que nuestros educadores buscan. La Orden tiene que asumir que no sólo ella espera que los educadores crezcan y sean mejores cada vez, sino que los educadores también esperan que la Orden dé pasos de mayor capacidad de vida y misión escolapia, Y, sobre todo, esto es lo que esperan de las Escuelas Pías. Trataré de nombre a lo que tratamos de vivir en las Escuelas Pías y que es especialmente apasionante y convocante para nuestros educadores.

  1. La clave “integral”. La escuela escolapia es una respuesta integral a una necesidad integral. No es una opción de suplencia; es portadora de pleno sentido en cualquier contexto. Pero sólo si es, en verdad, integral.
  2. La escuela “a pleno tiempo”, más allá de la escuela. Es una clave que se deriva directamente del concepto de educación integral. Nuestra escuela está abierta, el patio está siempre lleno de alumnos, las familias participan, los locales son centros de actividad, la capilla está siempre frecuentada, nuestra casa está abierta… esta es la escuela escolapia.
  3. El reto de innovar desde lo que somos. La identidad provoca innovación, porque ésta pertenece a la visión desde la que Calasanz engendró la escuela. Siempre abierto a lo nuevo, para llevarnos a lo central.
  4. La capacidad de convocar. No nos confirmamos con hacer bien el trabajo. Buscamos convocar a otros a hacerlo, a continuarlo, a extenderlo. Buscamos generar educadores. Intentamos generar contextos de corresponsabilidad. Esta es nuestra dinámica. Nuestra escuela se hace con personas comprometidas con ella y crecientemente identificadas.
  5. La comunidad cristiana escolapia. Trabajamos por escuelas con alma, con espacios en los que la fe convoque, en los que oremos, en los que celebremos, en los que encomendemos, en los que enviamos. Nuestras escuelas tienen un alma que palpita, y es un alma compartida, como la misión. Como he dicho más arriba, no puede haber Misión Compartida sin Alma Compartida.
  6. La pastoral. Es un tesoro central. La oración, la celebración, la formación en la fe, la acogida a todas las personas sea cual sea su postura religiosa, los procesos continuos de vida y de fe, los grupos, los campamentos, los retiros, los compromisos, los campos de trabajo, el acompañamiento espiritual, la pastoral vocacional, etc.
  7. Los pobres. Los preferidos del Señor. Los que nos evangelizan. Los que nos cambian. Aquellos en cuya dirección educamos. Los que acogemos. Aquellos para los que nacimos. Dios nos mantenga siempre cerca de ellos. La propuesta de Calasanz es la inclusión.
  8. Una escuela transformadora. Sabemos que sólo la educación puede cambiar el mundo. Por eso, trabajamos para que esta dimensión esté siempre crecientemente en nuestras opciones educativas. Buscamos que la educación empodere los alumnos para que ellos mismos sean capaces de cambiar sus propias realidades. Ellos son los protagonistas de la acción educativa y de la transformación social, los alumnos deben ser los futuros actores del cambio. Trabajemos por unos alumnos capaces de cambiar el mundo.
  9. Una escuela en salida. Papa Francisco dio una clave formidable para entender a Calasanz hoy. Hay escuelas que están repletas en sí mismas, a las que no les falta nada para un buen currículum académico, pero que corren el riesgo de ser autosuficientes, autorreferenciales, sin necesidad de abrirse a un alumnado más diverso o a escuelas diferentes y de salir al encuentro de los que no están recibiendo educación de calidad.
  10. Los tesoros escolapios especiales. Tenemos algunos, y preciosos. Por ejemplo, el Movimiento Calasanz o la Oración Continua. Me he referido a ellos en otras ocasiones, pero no puedo dejar de citarlos en esta escrito, porque estamos hablando de nuestra identidad.

5-Una propuesta final: el secreto de Calasanz

No puedo dejar de decir lo que creo que es más central en la educación calasancia: el DÍA A DÍA. El “día a día” contradice o potencia las convicciones. Por eso necesitamos valorar el día a día, a veces rutinario, pero tejido de fidelidad. Es el camino.

Me gusta citar aquí a San José de Calasanz. Dejó escrita en sus Constituciones esta formidable afirmación: “Si nuestra Obra se lleva a cabo con el esmero debido, es indudable que continuarán las insistentes peticiones de fundación en numerosos estados, ciudades y pueblos, como se ha venido comprobando hasta el presente[4]. Nuestro ministerio debe ser vivido así: con cuidado y esmero diario. Clase a clase, reunión a reunión, proyecto a proyecto, alumno a alumno, día a día, todos los días. Sólo así vivimos en fidelidad la vocación escolapia. Es bueno recordarlo de vez en cuando. Para nosotros no hay calidad sin entrega.

A todos os deseo un buen camino de identidad. Recibid un abrazo fraterno.

P. Pedro Aguado Sch.P.

Padre General

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[1] CONGREGACIÓN GENERAL. “La identidad calasancia de nuestro ministerio”. Ed. Calasancias. Colección “CUADERNOS”. Roma 2012.

[2] San José de Calasanz. Constituciones de la Congregación Paulina n. 2.

[3] CONGREGACIÓN GENERAL.MISIÓN COMPARTIDA. El ministerio escolapio: evangelizar educando con estilo calasancio. Ed. Calasancias, Cuadernos 23, pág. 29 B.11. Madrid 1999

[4] San José de Calasanz. Constituciones de la Congregación Paulina, 175.