Todo comenzó con la salida en micro-bus desde Loja, desplazándose hasta Saraguro, para después hacer el último abordo en Saraguro. Casi 14 horas de viaje fue lo necesario para llegar a la casa de formación en Quito. Después del descanso nocturno, el primer día empezó con una sencilla oración que nos invitó a tener confianza para llegar hasta el centro de la vocación, allí donde Dios nos está creando. Posteriormente se vivió la experiencia del ministerio escolapio: acompañar a los niños y jóvenes; para ello los jóvenes, junto con Paulo y Mateo (prenovicios), disfrutaron de la experiencia de la catequesis de primera comunión y de confirmación. Para cerrar la mañana, el P. Juan Carlos Gómez compartió su experiencia al educar a los niños y jóvenes, e invitando a pensar la propia vida haciendo lo mismo.
La tarde se vivió en el centro de Quito, haciendo un recorrido por 4 lugares que nos hablan de la experiencia espiritual de Calasanz: desde su infancia, pasando por su juventud y su adultez. Al concluir el recorrido, el P. Juan Pablo Anduquia regaló su testimonio en su vida espiritual, invitando a compartir lo que cada uno ha ido descubriendo en su relación con Dios, y desde ahí la posibilidad de asumir la vida espiritual desde el modo de vida escolapio.
Y llegó la noche, una hermosa oportunidad para celebrar la venida del Espíritu Santo, una maravillosa experiencia de oración preparada por el Jr. Mauricio Cárdenas.
Al día siguiente, con rapidez y prontitud, el punto de encuentro fue el Rucu Pichincha, aquella montaña que preside la hermosa ciudad de Quito. El camino, el recorrido, el ascender hasta la cima, fue lo que impulsó a cada uno para disfrutar de la vida comunitaria; a fin de cuentas, de eso se trata: de saber caminar juntos, de ascender juntos, de crecer juntos, de disfrutar de la vida maravillosa con otros. Durante este ascenso, y posterior descenso, acompañados por el P. Marco Abad, se tuvo la posibilidad de compartir aquellas claves que acompañaron a Calasanz para decidir vivir su vida en comunidad.
Y así transcurrió este maravilloso fin de semana, en el que, de manera decidida, estos jóvenes y escolapios (también jóvenes), fueron a la mitad del mundo, a Quito, para compartir el viaje de ir al centro de la vocación.
Ahora oramos juntos para que cada uno pueda descubrir, elegir y vivir su propia vocación: ¡esa que cada uno lleva en su corazón!